17 nov 2015

Mal rollo.


Hay una sensación a medio camino entre la inquietud, el desasosiego y lo ominoso que, a falta de mejor denominación, solemos definir como "mal rollo". Cuando en una película de terror, por ejemplo, aún no ha salido el monstruo ni se ha visto ninguna escena sangrienta pero, sin embargo, hay algo en el ambiente general de la escena que nos inquieta e incomoda, decimos que nos da mal rollo. Este sentimiento de amenaza latente, de desagrado o de simple aversión también se puede tener acerca de personas, lugares o situaciones. A mí siempre me ha pasado con los progres, sean de rasta y piojo o de soplapollez y eufemismo. Me dan mal rollo. 

Bajo su discurso bobalicón y chupiguay se intuye el sectarismo y el odio a todo lo que suene remotamente a nobleza, generosidad o patriotismo. Esa hipocresía judaica y empalagosa esconde nostalgias de checa y de "paseíllo" en la madrugada. 
Hace poco, en una brillante acción, un grupo de militantes del Hogar Social Madrid realizaba una sentada en el Ayuntamiento de la capital para denunciar la injusticia de que, mientras los extranjeros afincados en nuestro suelo acaparan todo tipo de ayudas, prebendas y chollos, hay españoles sin pan ni techo.
La alcaldesa se comprometió entonces a recibir en una fecha próxima a representantes del HSM para abordar la situación de los numerosos compatriotas ayudados por el Hogar Social y, en algunos casos, alojados en su sede.
Sin embargo, ante la presión de las bandas de extrema izquierda mimadas por sus congéneres concejiles, la Carmena reculó y emitió un comunicado desdiciéndose de la palabra dada. 
En este panfletillo, más propio de una asamblea de antifas borrachuzos que de una institución municipal, los podemitas decían , con su media lengua de burócratas y su menguada pluma de ágrafos, que la anciana alcaldesa no recibiría nunca a nadie que no respetase los "derechos humanos". Ya se sabe que para la ortodoxia marxista, ayudar a compatriotas es una condenable muestra de xenofobia y, lo que es peor, de apología neonazi, qué horror. A ellos los que les mola es ayudar a extranjeros, a ser posible extraeuropeos y antiespañoles. 
Y hablando de moros, con motivo de las últimas muestras de voluntad de integración multicultural de la morisma en París, la vetusta regidora no sólo no ha tenido la decencia de quitar la pancarta dando la bienvenida a la marabunta sarracena, sino que ha dicho que hay que dialogar con el Estado Islámico que, como todo el mundo sabe, respeta escrupulosamente los derechos humanos. 
Es tan grotesco que me daría risa, pero es todo tan sórdido, tan hipócrita y tan nauseabundo que sólo me da mal rollo.

J.L. Antonaya   

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