25 abr 2018

El mandarín y la bruja (Cuento chino)


Cuentan los ancianos que en los tiempos del Emperador Let-i-Ziong, hubo un mandarín que, deseoso de librarse de la bruja que gobernaba una de sus ciudades, convocó a su consejero más sabio para que le indicase la mejor forma de hacerlo.
El sabio le aconsejó que investigase sobre la vida de la bruja y que, una vez descubierto su oscuro secreto, se lo revelase a los notables del reino para que la destituyeran del gobierno de la ciudad y la condenaran al oprobio y al olvido.
El mandarín envió a sus espías más astutos para que escudriñasen en el turbio pasado de la hechicera.
Los espías descubrieron que la vida de la malvada bruja era un cúmulo de falsedades y corrupción. Había mentido, intrigado y cometido toda suerte de maldades para perpetuarse en el gobierno de la ciudad. Incluso había falsificado el diploma imperial que la acreditaba como hechicera distinguida. 
El mandarín envió palomas mensajeras a los notables dándoles cuenta de estos terribles hallazgos.
Pasaron siete días con sus noches y el mandarín seguía aguardando la respuesta. Harto de esperar, volvió a convocar a su sabio consejero.
- Oh, sabio consejero, ¿cómo es que los notables  de la ciudad no destituyen a la bruja malvada y la condenan al oprobio y al olvido? Ni siquiera se dignan contestar la carta que les envié contándoles su turbio pasado. La vida de la hechicera es un cúmulo de falsedades y corrupción. Ha mentido, intrigado y hasta falsificado un diploma imperial.
Y el sabio así le respondió:
-  Los notables no os responderán, oh gran mandarín. Cualquiera de ellos tiene una vida llena de falsedades y corrupción y casi todos han falsificado los diplomas imperiales de los que presumen. Si condenasen a la bruja, el pueblo acabaría haciendo molestas y embarazosas comparaciones.
- Pero tú mismo, sabio consejero, me dijiste que lo mejor era investigar su oscuro secreto. Estoy empezando a pensar que quizá no eres tan sabio.  
- No entendísteis mi consejo, oh gran mandarín. Os ruego que no os encabronéis cual dragón iracundo y prestéis oído a mi sabio consejo cual atento gorrión.  El oscuro secreto de la hechicera no es la historia de sus crímenes, intrigas y asesinatos. Esa historia es tan común entre todos los notables, mandarines y funcionarios del Imperio que a nadie escandaliza. Buscad una falta leve, una pequeña irregularidad y os libraréis de la malvada hechicera.
Volvió el mandarín a convocar a sus espías y volvieron estos a escudriñar en el pasado de la bruja. Tras muchos días y noches de arduo trabajo, el más listo de los espías, Ze-Nei, descubrió que la bruja, cuando era niña había robado una humilde flor de loto en la floristería de la esquina perfumada.
Y, como predijo el sabio consejero, cuando se conoció este hurto, la malvada bruja renunció al gobierno de la ciudad y se sumió en el oprobio y en el olvido.
Y, por fin, los notables y el propio mandarín suspiraron aliviados y se congratularon por tan feliz desenlace.          

J.L. Antonaya

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