17 nov 2018

La potente poesía.



"Ellos tienen el poder y también la Policía;
nosotros sólo tenemos la potente poesía"
Canción falangista

Mientras escribo estas líneas, una corona de laurel, a hombros de falangistas, se dirige como todos los años por estas fechas al Valle de los Caídos. José Antonio tendrá su homenaje a pesar de que los herederos ideológicos de sus asesinos estén afilando el cuchillo y preparando la caza de brujas contra cualquiera que se oponga a su sectarismo revanchista y demente.

 Esta noche, cuando nos dirigíamos en manifestación desde la casa natal de José Antonio hasta Moncloa para la ceremonia de salida de la corona, he podido percibir de forma palpable y evidente la diferencia entre nosotros y nuestros enemigos.
Cuando falangistas y patriotas de toda edad y condición marchábamos entre cantos y banderas a rendir homenaje al Primer Jefe Nacional de la Falange, ha quedado patente esa diferencia entre los que con conformismo estúpido y burgués o con hostilidad cobarde nos miraban pasar desde las aceras y terrazas.
Nuestras respuestas, airadas y bulliciosas, a los escasos guarros que, desde una prudente distancia, nos increpaban o el desdén burlón con el que respondíamos a los patéticos "patriotas por un día" que lanzaban vítores a nuestro paso tranquilizando así su mala conciencia de cómplices del Sistema, ponían de manifiesto esa diferencia que enerva y desespera a los inquisidores de hemipléjicas memorias históricas y a los apóstoles de aberrantes correcciones políticas.
Cuando, con rigor marcial, el primer relevo -jóvenes camaradas de ambos sexos orgullosos de las camisas azules que uniforman su rebeldía- se cuadraba a la voz de "¡Firmes!" esa diferencia era escandalosamente palpable  entre los que, desde la formación de la Marcha o desde sus aledaños éramos conscientes de la solemnidad del momento y la piara periodística que, desde los apesebrados medios del Sistema nos contemplaba boquiabierta. 
Cuando un espontáneo y emocionante Cara al Sol ha despedido a los camaradas que caminarán toda la noche portando la fúnebre y lacónica corona de laurel, esa diferencia era arrolladora, deslumbrante, colosal.  
Porque no es sólo una diferencia moral entre los que profanan tumbas y los que honramos a nuestros muertos. 
Tampoco es solamente una diferencia de valentía entre los que estamos acostumbrados a sufrir las multas y zarpazos del Sistema por proclamar nuestras ideas y los cobardes que se humillan servilmente ante los enemigos de España.
Es algo mucho más importante. Es una diferencia mística, estética y poética. Y es que, como decía el viejo himno de combate jonsista, en un mundo cobarde y avaro de materialismo ramplón, abyección generalizada y cobardía obligatoria hay todavía españoles que prefieren la agreste intemperie y la dignidad de lo simbólico a la esclavitud cómoda del ronzal democrático.
Puede que estemos a las puertas de un tiempo de persecución, sangre y prisión. 
Puede que, como siempre, la generosa sangre de los fascistas asesinados por la bestia antiespañola vuelva a regar las calles.
Pero, como siempre, cuanto mayor sea la vileza enemiga, más resplandecerá nuestra potente poesía.Volverán a caer nuestros muros, pero jamás nuestros corazones.
Y, al final, esa diferencia moral, estética y poética es la que nos volverá a dar la Victoria.  

J.L. Antonaya
    
    

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