Ya formas en la guardia de guerreros
descarnados que alumbran nuestras sendas.
Los dioses te reciben con ofrendas
de antorchas, estandartes, sol y aceros.
Se apaga con tu voz el mejor canto
a la sangre ancestral de nuestra raza
y la Parca te hiela y amordaza
sorda a nuestra orfandad y nuestro llanto.
A tus musas ardientes e incorpóreas
no hay cadena ni lazo que las ate,
ni hay lágrimas que apaguen llamaradas.
Ya eres luz de batallas hiperbóreas
y tu voz es un grito de combate
bajo negras banderas desgarradas.
J.L. Antonaya