Al fin llegó -tras décadas de escombro
enmoheciendo las mentes y los ojos-
la hora de engrasar armas y letras
para batirse al decir que el pasto es verde,
para afirmar que el sexo no se elige
o que la Patria es parte de la entraña
de nuestra identidad y nuestra sangre.
enmoheciendo las mentes y los ojos-
la hora de engrasar armas y letras
para batirse al decir que el pasto es verde,
para afirmar que el sexo no se elige
o que la Patria es parte de la entraña
de nuestra identidad y nuestra sangre.
Ya ha alcanzado su culmen la vileza.
Ya lo mediocre ocupa, omnipresente,
la realidad postiza de las teles
y los escaños de los hijoputas.
Ya no queda sino juramentarnos
y combatir sin tregua a este enemigo
blandengue payasesco y venenoso
y a sus multicolores catecismos.
Y hacernos peligrosos y dementes
como el berserker ebrio de batalla
y rechazar sus sucias invasiones,
la coprofagia de sus dogmas necios
y su vulgaridad hecha mandato.
Y aunque el rebaño dócil y cobarde
en que la sociedad se ha trasmutado
no permita soñar con la victoria,
será la dignidad del combatiente
lo que ilumine nuestro postrer grito
de rebeldía cayendo sin rendirnos.
J.L. Antonaya