25 abr 2014

Trileros, urnas y panolis.

Hay estafas que, a pesar de ser auténticas reliquias históricas y haber sido comentadas, e incluso parodiadas ad nauseam, siguen funcionando. Cosas como el tocomocho, el timo de la estampita o el juego de los triles, siguen haciendo picar a incautos constituyendo la prueba más palpable de que la estupidez humana es inagotable, ubérrima e inconmensurable. Puede que algún día se acabe el petróleo o se agoten las reservas de gas natural, pero siempre habrá gilipollas en abundancia. Siempre existirán capullos que se traguen lo del tocomocho, pierdan un par de billetes en una mesa de trileros o sigan creyendo que la democracia parlamentaria es el menos malo de los sistemas posibles. 

Cada vez que se acercan elecciones, pienso en estafadores, fulleros, trileros y otros sacacuartos. Es una asociación de ideas inevitable. A pesar de que soy consciente de que comparar a estos delincuentes callejeros con nuestra casta política es exagerado e incluso ofensivo. Pido de antemano disculpas a todos los pequeños timadores, estafadores de poca monta y profesionales de "dónde está la bolita" que sean lectores habituales de este blog, por compararlos con políticos profesionales. Soy consciente de que su oficio requiere inteligencia, habilidad y conlleva sus riesgos. Además, su actividad sólo produce perjuicios en escala muy reducida y los damnificados generalmente se lo merecen. Por gilipollas.
 Sin embargo, los artífices y beneficiarios de ese otro Gran Trile llamado democracia parlamentaria, no suelen caracterizarse por su especial inteligencia, siendo en su gran mayoría pomposos semianalfabetos que se limitan a repetir como loros las solemnes memeces que les dictan sus gabinetes de comunicación. Catetos con traje de Armani. Tampoco su actividad conlleva ningún riesgo. Cuando los pillan, son juzgados por tribunales nombrados expresamente para ello y que por regla general son tan corruptos, inútiles y cobardes como los propios políticos. En cuanto a los daños y estragos que producen, no sólo afectan a los gilipollas que les votan sino a todo el personal.  
Pero, dejando a salvo estas notables diferencias, la esencia de su negocio es la misma: presentar como legítimo un juego trucado y sacar beneficio de los panolis que se tragan el cuento. Porque, vamos a ver, ¿alguien se cree de verdad que todos los partidos y coaliciones que concurren a eso que los cursis llaman "la fiesta de la democracia" lo hacen en igualdad de condiciones? La tramoya está montada para que sólo con una financiación muchimillonaria y el apoyo de grandes medios de comunicación se pueda vencer en la carnavalada electoral. Observando un poco el invento, se ve que, casualmente, los grandes medios de comunicación están controlados por los mismos partidos que suelen ganar las elecciones. Una vez conseguida el poder, se agradecen los servicios prestados en forma de jugosas subvenciones camufladas en forma de publicidad institucional. Y en cuanto al apoyo financiero, los banqueros saben que los peones que han situado en los centros de poder llenarán obedientemente sus bolsillos con nuestro dinero. Que es, al final, de lo que se trata.    
Este tocomocho talla XL llamado capitalismo liberal está diseñado para convertir a las naciones en granjas de esclavos. De esclavos gilipollas.

J.L. Antonaya

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