Lo que más duele es la hipocresía.
Lágrimas de cocodrilo cada año,
en obscenos homenajes de cinismo,
tapando las preguntas que incomodan.
Las preguntas de las madres y las novias
o del amigo huérfano y absorto.
Preguntas que enterró la mano sucia
que maneja los hilos de la farsa
reconduciendo azares en lo oscuro.
Una mano que asesina y que señala
a otro lado para ocultar la sangre.
Vuestra sangre inocente que alimenta
bastardas ambiciones y designios.
Cada año os asesinan nuevamente
con sus torpes palabras repetidas
y sus falsos rituales sensibleros.
Sí, lo peor es la hipocresía.
Y no saber por qué, ni quién ni cómo.
J.L. Antonaya