No cuadrarán jamás
diminutivos
al belicoso filo de una
espada
ni cabe la ñoñez almibarada
en un convoy cargado de
explosivos.
Se me ocurren mil motes y
adjetivos,
se me ocurre un requiebro,
una burrada,
que asociar a tu nombre,
camarada,
se me ocurre un montón de
apelativos,
mas hay que ser un necio o un
menguado
al incurrir en el mayor
dislate
achicando ese nombre que
impresiona
pues decir “Belencita” es un
pecado,
un delito, un sindiós, un
disparate
cuando nombramos a Belén de
Espona
J.L. Antonaya