Al
Presidente profanador, ministros traidores, monarcas felones y demás secuaces
de la Antiespaña no les deseo, sin embargo, una experiencia tan desagradable –
hasta en el hijoputismo hay categorías- sino el ambiente mucho más relajado de una
morgue.
Volviendo al asunto clínico , hay varias cosas que
llaman la atención cuando se visita alguno de nuestros hospitales:
La primera es -las cosas como son- el buen trato que
suelen dispensar a los pacientes. El nivel de amabilidad suele ser directamente
proporcional a la categoría laboral del personal sanitario. Mientras entre
celadores y funcionarios de ventanilla pueden encontrarse especímenes bordes y desagradables,
entre los enfermeros suele haber gente muy amable, y entre los médicos, aunque
de todo hay, es francamente raro encontrar gente maleducada.
La segunda es la superpoblación de extranjeros. Al
igual que ocurre en las cárceles, o en las listas de beneficiarios de ayudas al
alquiler, becas de comedor y otras subvenciones, el porcentaje de extranjeros, sobre
todo moros, en las urgencias, consultas y demás servicios de la Sanidad pública
es muy superior a su número real con respecto a los españoles.
Este pernicioso
espejismo, que hace que algunos ciudadanos poco informados puedan tener la
sensación de que hay demasiados, se compensa con su ausencia absoluta en las
covachuelas y negociados de la administración tributaria.
Cuando uno va a
Hacienda tiene por un momento la ilusión de que vive en un país sin
inmigrantes, sin bandas “latinas”, sin violadores menas y donde los
beneficiarios de las ayudas sociales son españoles. Ilusión vana y efímera que
se desvanece rápidamente cuando uno se sube al Metro, pero algo es algo.
La tercera cosa que llama la atención, fruto
posiblemente de la anterior y de la sumisión de nuestros responsables
sanitarios al dogma políticamente correcto, es el omnipresente multiculturalismo
en los carteles y propagandas hospitalarias. En cualquier foto de estos
carteles siempre aparecen tipos de diferentes razas. A veces uno no sabe si
está en un hospital español, en la redacción de National Geographic o en la sede
de marketing de Benetton.
Curiosamente, este batiburrillo multicolor desaparece cuando
la finalidad del cartel es buscar donantes de sangre. Ahí todos blancos. Igual
es que los moros son poco dados a que su sangre sirva para salvar la vida de
los perros infieles o se lo prohíbe el Corán o algo y los diseñadores de la
campaña consideran una pérdida de tiempo pedirles donaciones. Cualquiera sabe.
La cuarta cosa es que en los hospitales españoles ya
no hay capillas, sino “salas de culto”. Personalmente se me da una higa el
asunto eclesial y mi nivel de simpatía por la clerigalla es menor que cero. Creo que, con rarísimas excepciones como la
del Prior del Valle, el clero español, especialmente la Conferencia Episcopal, con
su complicidad con las profanaciones de tumbas, sus simpatías por el
separatismo y su lameculismo del poder secular es, por decirlo de una forma
suave, un hatajo de bastardos con sotana.
Pero, más allá de mis opiniones personales por la
fauna clerical, esto de las “salas de culto” da que pensar. Me pregunto, por
ejemplo, si en virtud del principio de reciprocidad, en los hospitales de Marruecos
hay posibilidad de celebrar ceremonias cristianas. O si, en lo relativo a la
santería, vudú y resto de creencias a las que tan aficionados suelen ser algunos de nuestros hermanos hispanoamericanos, en las “salas de culto” se pueden degollar
pollos o celebrar candomblés. La verdad es que estas liturgias caribeñas pondrían una nota festiva en el
monótono ambiente hospitalero.
En el caso de los negros subsaharianos de color, por
ejemplo, estaría bien que pudiesen bailar alguna danza como las de las
películas de Tarzán, con plumas, pieles de leopardo y esas cosas.
También sería
muy pintoresco ver a los hebreos con sus gorritos y sus tirabuzones en las
patillas, pero me da a mí que ésos son más de clínica privada y no se mezclan
con los goyim (ganado) que es como nos llaman a los que no somos “elegidos”
como ellos.
En fin, la próxima vez que vaya consultaré estas
cuestiones en Atención al Paciente.
J.L. Antonaya