Siempre el mismo, la mentira
como arma de dominio.
La usura, la decadencia
programada en covachuelas
de cochambre putrefacta.
Siempre el mismo, hipocresía
y prepotencia asesina
disfrazada de lamentos
victimistas y mendaces
para imponer mescolanzas
genocidas y hedonistas,
para castrar a los pueblos,
para matar a las razas,
para imponernos la guerra
como negocio indecente,
para vender la belleza,
para atarnos a las deudas
inventadas y alevosas,
para romper las naciones,
para esclavizar las patrias.
El enemigo es el mismo
que adora a un dios sanguinario
de rapiñas prometidas
el dios de los elegidos
para extender la miseria
de mentiras y traiciones
esclavizando a los pueblos.
El enemigo es el mismo
subhumano resentido
que se alimenta de odio
y del dolor de mi sangre.
J. L. Antonaya