revuelto por corrientes frías y lentas
y un retorno de fosas y placentas,
en bucle de dolores y de gozo.
En alguna mañana presentida
tras insomnios viscosos y ahogadizos
perviven funerales primerizos
amores, sinsabores, ruido y vida.
Los dioses están muertos, sólo resta
defender sin cuartel templos eternos
del asedio febril de oscuridades.
Entre hedores de Patria descompuesta
por venenos fecales y modernos
aún se baten traiciones y lealtades.
J.L. Antonaya