La triste sonrisa del borracho espeso
que ignora hemorragias y putrefacciones
en un gris ocaso de espadas ausentes.
Así es la sonrisa, aturdida y boba,
de un pueblo podrido, necio, fofo y sucio
que aún no se ha enterado de su muerte absurda.
¿Quién borró el recuerdo de estirpes y espadas?
¿Quién prohibió el honor y los estandartes?
¿Quién trajo la bilis endófoba y perra
y escupió en la efigie de los capitanes?
Hoy el enemigo, viscoso y judaico,
impone su zarpa rapaz y usurera
sobre patrias muertas e inanes rebaños.
Invaden el Suelo y ensucian la Sangre
con el odio torvo de los resentidos
sin que nadie oponga gritos ni fusiles.
J. L. Antonaya