siniestros matasanos y bacines
a sueldo de podridos sanedrines
inoculan dolor, mentira y penas.
Apuntalan embustes y condenas
en agendas de horror y oscuros fines,
y propagan en falsos boletines
un discurso de hogueras y gangrenas.
Encarcelan y matan la alegría,
convierten en pecado los abrazos
y en codazo ridículo el saludo.
Y su pedante voz gris y vacía
somete y envenena a latigazos
a un pueblo pusilánime y cornudo.
J. L. Antonaya