18 oct 2014

Ébola. El sainete triste.

Cuando parecía que en el caso del Ébola se habían batido todos los récords de surrealismo, garrulería, manipulación y soplapollez, aparece Ana Obregón y dice que ella, como bióloga (no es coña) exige dimisiones. Después de estas declaraciones, suponemos que el mundo médico estará temblando a la espera de que se pronuncien otras reconocidas eminencias científicas de fama mundial como Belén Esteban, Carmen de Mairena o Pilar Rahola.
Y es que esto del Ébola ha caído como agua de mayo para que todas las pedorras homologadas, los chiringuitos mediáticos, las cuadrillas de tertulianos, los programas de telemierda, las charangas de cocougeteros y  las demás bandas de delincuentes arrimen el ascua a su sardina, hagan ostentación de su ignorancia y chupen cámara. 
La verdad es que los peperos, con su ya proverbial mezcla de incompetencia, estupidez y prepotencia lo han puesto a huevo para convertir en un sainete de pandereta la cosa ésta del virus. 
Empezaron con la discutible y temeraria decisión de traer a España a infectados de un virus letal. Bueno, vale, ...aceptamos pulpo, ...la cosa humanitaria, ... otros países lo han hecho... y tal.
Lo que no tiene explicación es que, en lugar de encomendar el asunto al Ministerio de Defensa y que hubiera sido una unidad NBQ la que se hubiera hecho cargo ingresando a los infectados en, por ejemplo, el Hospital Gómez-Ulla, le encarguen la cosa al Ministerio de Sanidad para quedar bien.  Y, como era de esperar, la cagan.
Y es que, en la cosmovisión cobardica y ramplona de Mary Rajoy, sacar a los militares en el telediario es políticamente muy incorrecto, a pesar de ser la institución que cuenta con más medios y formación para hacer frente a este tipo de situaciones.
Tiene su lógica: Si, ante la chulería separatista, los peperos han preferido hacer malabarismos leguleyos con jueces corruptos en lugar de mandar a la Legión a la Plaza de Cataluña, es normal que prefieran que una ministra gurteliana y sin competencias gestione la crisis en lugar de que lo haga personal militar especializado en guerra biológica. O que sea una auxiliar sin instrucción especializada la que cuide al moribundo, en lugar de alguien suficientemente formado en estas lides.
El resto del show era previsible. Por ejemplo,  el circo ecoloprogre por el sacrificio del perro. Vale, el pobre chucho da pena, pero en España se sacrifican miles de perros abandonados y nadie arma tanto jaleo. Cierto tufillo a manipulación política y demagogia sí que hubo con el perrete.
Los demás elementos bufos como, por ejemplo, ver a los "aislados" asomados a las ventanas abiertas, la falta de instrucción en lo referente al uso de los trajes de protección o las estupideces y zafiedades del Consejero de Sanidad de Madrid forman parte del escenario garbancero del sainete.
Afortunadamente, la cosa parece que lleva camino de quedarse sólo en un susto pero, no nos engañemos, por pura suerte.
Así que, dentro de esta lógica surrealista, no nos tiene que extrañar que, para prevenir futuros casos similares, en lugar de evitar que la frontera de Melilla sea un coladero de negros ansiosos por pagarnos las pensiones, la atención de las autoridades se centre en ponerle el termómetro a los viajeros que aterricen en Barajas. Total, da igual. Con nuestra envidiable suerte, nunca pasa nada.

J.L. Antonaya 
           

PASANDO...