12 abr 2014

El fino humor anarcofeminista.

El otro día en Sevilla, coincidiendo con la proximidad de la Semana Santa, una representación de nuestro tolerante y civilizado rojerío escenificaba una parodia de procesión paseando en andas una monumental vagina de plástico. 
Con el fino sentido del humor propio de nuestros progres que, como todo el mundo sabe, son el colmo del refinamiento intelectual, la cosa, autorizada imaginamos que con una sonrisilla servil y adulona por nuestras democráticas autoridades, se titulaba "Anarcofradía del Santísimo Coño Insumiso y el santo Entierro de los Derechos Sociolaborales". Qué ingenio. Para partirse de risa. Porque otra cosa no, pero al guarro español le sobra chispa y originalidad. Qué cachondos son. Siguen teniendo la misma gracia que en 1936 cuando quemaban alegremente iglesias, asesinaban inocentes y profanaban criptas entre el general regocijo.

Los organizadores del asunto eran, a pachas, el sindicato anarquista CGT y una representación de grupos feministas y "gais". Lo que alguien sin la suficiente sensibilidad democrática calificaría como una panda de resentidos sociópatas y una rehala de abortistas, tortilleras y maricones. 
Ignoramos si el evento fue amenizado además por otra de las exhibiciones mamarias de las Femen o alguna "batucada" de perroflautas que le hubieran dado al desternillante desfile una pintoresca nota de color y un delicado barniz de distinción.
Este esperpento hace pensar en varias cosas:
En primer lugar, hay que señalar la democrática y abierta evolución del anarquismo ibérico. Durante la Guerra Civil, aquel mastuerzo llamado Buenaventura Durruti mandaba quemar vivos dentro de un vagón de ferrocarril a un grupo de mariquitas aragoneses porque debilitaban el espíritu revolucionario de su famosa Columna. Sin embargo, sus epígonos del siglo veintiuno no tienen ningún inconveniente en desfilar y fotografiarse con la bujarronería andante. Qué madurez democrática, oigan. Aunque me temo que, dado el nivel de conocimiento histórico y de cultura general de nuestros guarretes, puede que estos cegeteros tengan una idea bastante nebulosa sobre Durruti. Alguno habrá que crea que se trata de un centrocampista de la Real Sociedad o así.
En segundo lugar, la fijación obsesivo-compulsiva de la izquierda española contra la Iglesia creo que excede lo político y forma parte de lo patológico. Siempre he sospechado que los organizadores de estas manifestaciones fueron alumnos de colegios religiosos que sufrieron en su infancia las atenciones de algún cura de los que comparten afición con sus actuales compañeros de manifa. 
La tercera cosa que llama la atención es la falta de reacción de los católicos españoles ante el escarnio de su tradición religiosa popular. Es triste comparar la reacción de otros católicos europeos ante estos insultos de la progredumbre con la de los de aquí. Cuando una piara de rojiguarros similar a la sevillana intentó hace unos meses montar un numerito parecido en Francia, los fieles que asistían a misa los corrieron a gorrazos. Aquí, sin embargo, la católica grey, salvo honrosísimas excepciones, suele flojear de remos y no termina de rematar en tablas. Siempre que veo cómo los abortistas, maricas, rojos y demás ralea insultan y se burlan impunemente de la religión católica, echo de menos a los cientos de miles de kikos, cumbayás y meapilas que suelen llenar de guitarras y ramplonería los pastorales eventos. 
Y es que en las pocas ocasiones en que se ha respondido a estas ofensas como merecen, han sido malvados e intolerantes fascistas y peligrosísimos ultraderechistas los que se han jugado el físico para defender nuestra tradición e identidad religiosa.  Para, por encima de creencias, defender nuestra dignidad y nuestra cultura.

J.L. Antonaya
  

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