8 abr 2014

Un mundo más feliz que una perdiz.

Seguramente, cuando se publicaron las dos grandes distopías del siglo XX, "Un mundo feliz" de Aldous Huxley y "1984" de George Orwell, los lectores de sus primeras ediciones las tomaron por unos cuentos de miedo para pasar el rato.  Exageradillos y tal, pero entretenidos. Hoy, cuando vamos viendo el diseño que los amos del cotarro están haciendo de nuestro futuro, parece que Orwell y Huxley se quedaron un poco cortos. Si dónde "1984" dice "Gran Hermano" ponemos CFR, Bilderberg , Trilateral , FMI o Sionismo  Financiero y sustituimos las "telepantallas" orwellianas por redes sociales o teléfonos móviles geolocalizados, vemos que, cuando se termine de imponer el Nuevo Orden Mundial, el mundo de Orwell va a ser una mezcla de Narnia y David el Gnomo comparado con lo que se avecina.

Todos los elementos de la distopía orwelliana  están empezando a ser cotidianos. Ya existe una neolengua. Se llama lenguaje politicamente correcto. Su función, al igual que en la novela, es enmascarar y deformar la realidad con eufemismos perversos. La tergiversación histórica permanente  y la mentira como dogma, en lugar de por los siniestros burócratas del Ministerio de la Verdad, son impuestas por los canónicos inventores de memorias históricas, holocaustos y demás mandamientos incuestionables de obligado cumplimiento bajo pena de prisión. 
También hay un Enemigo del Pueblo oficial, un malo malísimo sin mezcla de bien alguno, culpable de todos los problemas y objeto del odio institucional. En la novela se llama Goldstein. En la realidad se llama ultraderecha, neonazis o fascismo. En la novela están prohibidas las parejas permanentes y se fomenta la promiscuidad ¿ les suena?
Otros parámetros de la novela,  como convertir sin sonrojo a los mortales enemigos de ayer en aliados, tienen su eco en cualquier telediario sobre Siria  o algún otro país reacio a pasar por el aro del NOM. Hoy se califica como benévolos rebeldes a los mismos  mercenarios que ayer eran peligrosos islamistas.
Pero peor que la pesadilla orwelliana es, sin duda, el alienado, hedonista y antinatural mundo feliz de Huxley. Esclavos felices de serlo. Obedientes zombis a cambio de su ración diaria de droga. Sólo que el "Soma" de Huxley, hoy se llama pornografía, telebasura o multiculturalismo. Y los degradados y enfermizos "epsilones" hoy se llaman "consumidores" y "votantes".  


J.L. Antonaya 

PASANDO...