Cuando los medios de comunicación hablan de "activistas antisistema" se suelen referir a esa pintoresca amalgama de resentidos, sociópatas, maricas, hispanófobos, abortistas, filoterroristas, delincuentes comunes y tarados mentales que conocemos como extrema izquierda.
Los guarros, para entendernos.
Últimamente se han convertido en la obligada comparsa de todas las manifestaciones izquierdosas. Junto a las tradicionales recuas de panzudos liberados sindicales, jubilados de bocata y autobús, abuelas con leggins y demás palmeros habituales, cualquier manifa rogelia que se precie debe adornarse con su fragante presencia.
Sus crestas multicolores, rastas mugrientas y aversión a la higiene forman ya parte de la iconografía izquierdista más ortodoxa. Su afición a la quema de contenedores y al destrozo de mobiliario urbano ponen siempre una nota de color muy reivindicativa en el reportaje del telediario.
Los feroces "antisistema". La juventud rebelde que cambiará el mundo.
Y una mierda.
Vamos a ver: Cuando analizamos las acciones "revolucionarias" de esta panda, nos damos cuenta de que, aparte de arrojar piedras a policías que tienen órdenes tajantes de no molestarlos, ensuciar con sus pintadas el patrimonio histórico y exhibir a gritos su analfabetismo, no hacen nada que pueda inquietar lo más mínimo al sistema al que dicen combatir.
Sus consignas parecen sacadas de un manual de agitación para oligofrénicos de los años setenta. Sus proclamas, en lugar de a trabajadores españoles, parecen dirigidas a campesinos camboyanos en la época de Pol Pot. Sus caretos del Che, trapos tricolores y emblemas anarquistas están más vistos que las tetas de las Femen.
Sus consignas parecen sacadas de un manual de agitación para oligofrénicos de los años setenta. Sus proclamas, en lugar de a trabajadores españoles, parecen dirigidas a campesinos camboyanos en la época de Pol Pot. Sus caretos del Che, trapos tricolores y emblemas anarquistas están más vistos que las tetas de las Femen.
¿Por qué, entonces, tanta cobertura informativa a esta piara de descerebrados? Pues por su característica más marcada y su principal utilidad: su antifascismo. Y eso, sin tener ni idea de qué es el Fascismo, lo que tiene su mérito.
Y es que, en su discurso balbuceante a medio camino entre un ecologismo mongolo, un feminismo de bollera y un idealismo de porro y litrona, lo que de verdad tienen claro es su odio al Fascismo. Que, curiosamente, comparten con ese Sistema al que dicen combatir.
En su auténtica condición de banda de la porra de la democracia parlamentaria, para estos antisistema de salón, Fascismo puede ser cualquier cosa. Lo cual es muy práctico para descalificar a cualquiera que se oponga a su dogma de antivalores. Que, curiosamente, comparten con ese Sistema al que dicen combatir.
Demostrando la proverbial tolerancia en todo progre que se precie, suelen vociferar pidiendo toda suerte de sanciones, prohibiciones e ilegalizaciones para los fascistas. Últimamente, esta intransigencia antifascista está alcanzando proporciones de auténtica histeria inquisitorial. Que, curiosamente, comparten con ese Sistema al que dicen combatir.
Creo que es revelador que el Sistema, que está empezando a oler su propia muerte, en lugar de legislar contra estos obedientes "antisistema", esté promulgando sus leyes gallardón, memorias histéricas y demás judiadas contra los odiados fascistas.
Que, curiosamente, son los únicos a los que realmente teme este Sistema al que los guarros dicen combatir.
J.L. Antonaya