Como era de esperar, el resultado de las elecciones europeas ha sido deprimente, preocupante y revelador del grado de descomposición y decadencia de la política española. Mientras en el resto de Europa el general descontento se ha manifestado con un aumento significativo y esperanzador de las formaciones patriotas y euroescépticas, aquí sólo ha crecido la extrema izquierda más repulsiva.
Que un tipejo como el coletudo teleguarrete sea capaz de aglutinar más de un millón de votos con el mensaje demagógico, facilón y tópico de siempre, da la medida de hasta qué punto la telebasura influye en el comportamiento social. Y de hasta qué punto los partidos del tinglado, incapaces de maquillar su condición de nidos de corrupción e incompetencia, van dejando de convencer incluso al electorado más borreguil.
Dejando a un lado los males endémicos del área patriota (división, torpeza estratégica, medios misérrimos, etc...) lo cierto es que el auge de la extrema izquierda, más que un mérito de los anarcoguarros, filoterroristas, hispanófobos y delincuentes comunes que componen su base social, es producto de la estupidez, complejos y malevolencia de los medios de comunicación que, mientras se empleaban a fondo en silenciar, difamar y criminalizar a los grupos patriotas, ponían la alfombra roja a esta fauna.
Es curioso observar la preocupación de los tertulianos expertos en todo ante el crecimiento de una extrema izquierda que ellos mismos han engordado. Y a la que han regalado cobertura informativa y publicidad gratuita para presumir de corrección política y buenrollismo. Criar cuervos es lo que tiene.
De todas formas, conociendo la catadura moral de nuestros rojetes, no creo que la cosa cambie demasiado. Cuando los desgreñados enemigos del agua y el jabón se instalen en las europoltronas y se encuentren con los macrosueldos, dietas y demás europrebendas de la casta burocrática, es muy probable que empiecen a comportarse como el resto de mamíferos politiqueros. Posiblemente apoyarán con entusiasmo todo tipo de declaraciones bollero-feministas, proinmigración, antiblancas y demás morralla del dogma judeoprogre. Pero, salvo alguna pose de cara a la galería, empezarán a descubrir los encantos del libre mercado y de la docilidad ante la banca. Lo triste es que, entretanto, España espera su desguace definitivo por el separatismo y las únicas fuerzas que podrían oponerse al mismo han sido cuidadosamente desactivadas por los mojigatos títeres oficiales de la corrección política.