Ya no quedan pueblos a los que puedan mover los poetas. Quizá haya pasado el tiempo de la Poesía que Promete y, en esta edad oscura y prosaica, ya sólo quede sitio para la Poesía que Combate. Quizá los dioses nos regalaron a los poetas para acompañar, como los antiguos bardos, a los guerreros en su batalla postrera contra un destino fatal e ineludible.
Jalaur, -alias con resonancias ancestrales de mi camarada y hermano Javier Lafuente - es el bardo que acompaña a los últimos rebeldes en este Ragnarok sombrío y traicionero contra la mediocridad y la decadencia.
Los versos de Jalaur no necesitan de métricas ni de rimas. Son versos libres como su pensamiento; a veces melancólicos como su carácter; siempre rebeldes, como su ideal. Los poemas de Jalaur son poemas de rutas abiertas como los caminos de la vieja Castilla en los que a veces aventa las negras sombras de tristezas antiguas. Los versos de Jalaur son versos de vuelta y desengaño con un regusto amargo a cansancio de viejo guerrero.
Pero son también el grito desafiante del eterno adolescente que un día enarboló el estandarte del cisne de combate seuísta.
No cambies nunca, Ganso.
J.L. Antonaya