Es de buena crianza saludar al llegar a un sitio, aunque sea un sitio web como es el caso. Con los camaradas y amigos que paciente y sufridamente me leen aquí y en otras partes sobran las formalidades. Pueden considerar esto como su casa y tienen a su disposición pantuflas, bata y sofá para arrellanarse. Así que, confianzudamente, pueden darse por saludados. Pero hay otro público que me sigue fielmente - y a ti también- al que hoy quiero dedicarle un recuerdo especial.
Es el mismo público que tiene palco preferente en las aplicaciones de tu móvil, en tu muro de Facebook, en tu perfil de Twitter y en la ventana de tu buscador. Es un público excepcionalmente silencioso, tanto que casi siempre pasa desapercibido. Pero no debemos olvidar que está siempre ahí, tomando nota de lo que decimos, siguiendo nuestra geolocalización y comprobando qué páginas visitamos.
Gracias a su abnegada labor, se deciden cosas importantes como por ejemplo los anuncios que aparecen en nuestro ordenador o los argumentos que emplearán las Fiscalías del Odio y demás inquisiciones políticamente correctas para enviarnos a galeras cuando convenga.
Creo, por tanto, que ya es hora de enviarles un saludo y un cariñoso recuerdo a ellos y a sus muertos más frescos.
De nada.
J.L. Antonaya