¿De verdad crees, demócrata, que puedes ofenderme?
Tus histéricos balidos de marica me dan risa
y tus solemnes palabros biempensantes
y tu prensa comenabos y obsequiosa
y tus estúpidos cuentos de holocaustos
y las demás mentiras de obligada creencia
que sólo me producen hastío y asco.
¿De verdad crees, demócrata, que puedes asustarme?
Puedes encarcelarme como al gran Ezra
o asesinarme como a Brasillach
o quemarme vivo como a los niños
de Dresde, de Hamburgo y de Hiroshima.
Pero siempre serás un gusano resentido
que nunca comprenderá el honor y la grandeza
de unos hombres gritando, brazo en alto,
un ¡Presente! a los que cayeron.
J.L. Antonaya