7 jun 2019

CHICHO IBÁÑEZ SERRADOR: ADIÓS AL ÚLTIMO TALENTO TELEVISIVO.


Se ha muerto Chicho. Y es muy difícil explicar a esa generación de analfabetos funcionales que los más cursis llaman "millenials" lo que Chicho supuso.

Habría que empezar por decirles que hubo un tiempo en España en el que la televisión no era una letrina inmunda de chabacanería y vulgaridad gestionada por millonarios progres para mantener entretenido a un público cada vez más ramplón y estúpido. 
Que, en aquella televisión en la que el Pueblo no había sido degradado a la condición de rebaño, de electorado o de piara consumista, se representaban las obras de teatro de los mejores autores. Que los concursos no parecían, como los de ahora, diseñados para pacientes de cotolengo sino que requerían cierto nivel cultural. 
Es muy difícil explicar a un espectador de Telecinco que hubo un tiempo en España en el que los guiones de Chicho Ibánez Serrador, que combinaban el clasicismo de Poe con lo mejor de los relatos pulp, aterrorizaban a millones de espectadores. 
Con Chicho muere el último exponente de aquella televisión que no era un mercado de vulgaridad y sensacionalismo.
 De aquella televisión que aún mantenía cierto respeto por el espectador. 
Hoy, cuando lo que se considera humor inteligente son las gracietas políticamente infectas de Guarromings y Buenafuentes, es muy difícil explicar la fina ironía que teñía las presentaciones - inspiradas en Hitchcock-, de sus "Historias para no dormir".  
Cierto es que, en su última etapa, también hizo concesiones a la garrulería y dirigió programas como "El semáforo" en el que se fomentaba el ridículo y lo grotesco.
 Pero incluso el más estrafalario participante de"El semáforo" era un elegante y erudito patricio comparado con la fauna que pulula, por ejemplo, en el Congreso de los Diputados. 
Se ha muerto Chicho como se muere la última neurona de un cerebro excepcional. 
Ya no queda sitio para gente como él en el estercolero teledirigido de la cultura oficial.

J.L. Antonaya 
   

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