Sucias hienas viscosas y hediondas
que muestran cual triunfo su ignominia
mancillando las tumbas de los héroes.
Tristes hienas de risas impotentes
que saben que su alcance se limita
a ensañarse con unos huesos muertos.
Rojas hienas babosas y cobardes
que aún para escarbar en los sepulcros
se escudan en secuaces corrompidos:
en las hienas con toga y con sotana,
con tricornios, chapiris y uniformes
que son sólo disfraces de traidores.
Y aún así las hienas tienen miedo:
El miedo pegajoso de los puercos
que intuyen el castigo a su vileza.
J.L. Antonaya