Yo padezco una dolencia
que no tiene explicación
y que llena a los galenos
que no tiene explicación
y que llena a los galenos
Pues cada seis de diciembre
me asalta un gran apretón
que quizá por desafecto
o por falta de afición
me reblandece las tripas
y me afloja el cinturón,
convirtiendo mi ojo ciego
en catarata o ciclón
que ubérrimo se desborda
sin pena ni compasión
sobre la fiesta del día
tiñéndola de marrón.
Y así ese día señalado
al ver la televisión,
sin cuartel y sin mesura,
yo me cago a discreción:
Me cago en los celebrantes
del aquelarre en cuestión
y en las mil bellaquerías
de su pesebre ladrón.
Me cago en el Parlamento:
me cago en tanto mamón
que celebra como fiesta
un tocomocho masón,
un enjuague de trileros,
un timo necio y simplón,
una merienda de negros
un trampantojo cabrón
una tramoya de engaño
un toreo de salón,
una mentira podrida,
y un zoco de corrupción.
Y me cago en Pedro Sánchez,
el Presidente felón
y en la banda de cornudos
que le aguantan el sillón.
Me cago en el feminismo
amachorrado y chillón,
en el Chepas y en su moño,
en Abascal y en Sión.
Y me cago en la pandemia
y hasta en Fernando Simón.
y ya puestos a cagarse,
yo me cago en el borbón.
Y resumiendo la historia
de este romance cagón,
me cago con abundancia
en esta Constitución.
J.L. Antonaya