El cielo es gris para los neonormales
y es hereje quien besa o quien abraza.
La calle huele a cárcel y mordaza
compulsada por normas oficiales.
Un sanedrín de chusma delatora
esparce su estulticia torva y chata
reglamentaria, ñoña y mojigata
de miedo y de tristeza castradora.
Un vendaval mendaz de sangre y cieno
impone desde soviets globalistas
la dictadura de los usureros.
Trileros de vacunas y veneno
asustan en las teles terroristas
y engordan sus balances financieros.
J. L. Antonaya